Paul Tillich - Conclusiones Hansen
Si bien la teología de Tillich a menudo puede parecer ambigua y abstracta, su método de correlación es una herramienta valiosísima en el acompañamiento teológico de la praxis de la iglesia. Es un método que presta atención no sólo a la adecuación de un mensaje, de un kerygma (Bultmann), a un lenguaje entendible para los oyentes de hoy, sino que impulsa a incorporar como materia prima teológica realidades, lenguajes y ámbitos cognitivos que en principio parecerían ajenos a la teología. Esto da una amplitud de espíritu muy importante, aunque también es necesario percatarse de la propia idiosincrasia del lenguaje cristiano (articulado por las teologías más kerigmáticas).
Así a la teología le corresponde una tarea constructiva muy peculiar desde el momento en que la revelación es un evento que se sitúa en las coordenadas de cada tiempo y lugar. La revelación es conjunción de milagro y éxtasis, de lo fáctico y la recepción subjetiva. Ahora bien, la palabra reveladora sólo hace contacto con la situación humana en su situación concreta de preocupación (ultimate concern). Identificar esta preocupación dará un cariz peculiar a la manera como se presenta el hecho revelador. Tillich lo encara desde la temática ontológica-existencial, aplicando categorías universales. Muchos critican esta visión de Tillich, pero no debe escaparse la tremenda reserva de sentido, la profundidad, y la riqueza de las formulaciones que aparecen en su obra –como también era el caso de Bultmann. No debemos despreciar estas claves, a pesar de la “aridez” de ciertas categorías filosóficas. Las preocupaciones ontológicas y existenciales están implícitas en el testimonio bíblico, y constituyen una dimensión de profundidad presentes en las categorías sociales, políticas, ecológicas o de género.
Ahora bien, sigue presente el tema de la situación concreta de “preocupación” que compone nuestro escenario tardo-moderno. Este es el desafío que plantea la metodología de Tillich y que también se le plantea a ella. Para comenzar, debemos recordar una cosa: esta preocupación, según Tillich, es más latente que manifiesta. Plantearlo como preocupación ya es una interpretación de una interpretación que le cabe al teólogo. Un sociólogo hablará sobre demandas sociales, un antropólogo sobre símbolos culturales, la psicología sobre patologías, pero todo esto remite a interpretaciones sobre cuestiones que tiene que ver con el conjunto de realidades humanas, con la estructura y la significación de la vida. Hay una latencia en estas interpretaciones, lo mismo que en las manifestaciones estéticas, artísticas y lúdicas (populares o no). ¡Esto es lo que inspira a una Facultad de Teología a tener un departamento de correlación!
Pero el problema al que nos enfrentamos en el escenario globalizado y tardo-moderno es doble: por un lado hay una explosión, un desenfrenado pluralismo de interpretaciones que ante la socavación del referente occidental de racionalidad parece legitimar todo tipo de posturas. Acá habrá que discernir, sin abandonar del todo un mínimo concepto de racionalidad (tal vez apelando a una racionalidad post-fundacional que de cuenta de las buenas razones que existen para mantener ciertas creencias, juicios e ideas). Por el otro lado tenemos la misma realidad cultural que genera el capitalismo tardío (siguiendo las hipótesis de los teóricos Frederick Jameson, David Harvey y Zygmut Bauman): una realidad plástica, que fluye, simulada de 1000 maneras, más la dificultad de establecer mapas cognitivos con anclajes profundos, hace difícil la tarea de establecer preocupaciones que puedan denominarse últimas en el sentido universal. Siempre existirán, pero es como si nuestra atmósfera cultural los rociara de un bálsamo simulador que los mantienen camuflados, a raya, o directamente no permitiendo que se comuniquen entre ellas para cuestionar la banalidad de un sistema.
Esto último también tiene que ver con la otra “pata” de su sistema, la autoridad de la revelación bíblica, su supuesta “objetividad.” Hay una tendencia a desestimar el hecho de que toda tradición es formada por una lectura que constantemente la reconstruye desde un marco histórico-lingüístico particular (confesión), asumiendo ciertas experiencias, contextos y teorías consideradas como normativas. Por supuesto el método tillichiano invita a explorar estas dimensiones, pero es necesario explicitar aún más el rol que jugaría las perspectivas derivadas de las teorías semióticas, cognitiva-lingüísticas, la psicología analítica, la sociología del conocimiento y la misma realidad del pluralismo religioso.
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