¿Qué le pasa a Ratzinger, alias B-16?
En clase analizamos el reciente revuelo producido por las declaraciones de Ratzinger respecto a Mahoma y el Corán en el marco de una conferencia en la Universidad de Ratisbona el pasado 12 de Septiembre www.vatican.va/holy_father/benedict_xvi/
speeches/2006/september/documents/
hf_ben-xvi_spe_20060912_university-regensburg_sp.html.
La ponencia se intitula “Fe, razón y universidad,” y su intención es enmarcar el lugar y el aporte de la teología en el ámbito de la universitas, es decir, entre los distintos saberes y disciplinas que componen la vida académica. Este es un tema de mucha importancia que también ha concitado mi interés, tal como lo expongo en un artículo reciente en Cuadernos de Teología (2005). Sin embargo, desde el inicio de su ponencia, Ratzinger asume una metodología y una definición de la teología que eventualmente llevarán a sus desafortunadas declaraciones.
En efecto, su preocupación central es la correlación entre razón y fe, lo que desemboca en una acentuación de una cierta metodología donde los datos de la fe se ajustan a ciertas bases racionales, haciendo de la teología un emprendimiento básicamente dirigido a establecer la “racionalidad de la fe.” Aquí deben notarse dos cosas: la metodología expuesta por Ratzinger que ubica al emprendimiento teológico en sintonía con el paradigma neo-escolástico de naturaleza-gracia, y la ingenua apropiación de una teoría de la racionalidad (y de la razón) que desconoce las contundentes críticas de la modernidad tardía.
El tema de la racionalidad de la fe cristiana evoca en Ratzinger la memoria de una obra de reciente aparición que recoge los diálogos del emperador bizantino Manuel II Paleólogo y un “persa culto” a fines del siglo XIV. De este interesante encuentro, el Papa rescata un tema que es lo que desatará la ira de muchos musulmanes --como hemos visto en los medios. Cita al emperador, quien dice. “Muéstrame también lo que Mahoma ha traído de nuevo, y encontrarás solamente cosas malas e inhumanas, como su directriz de difundir por medio de la espada la fe que predicaba.” Ratzinger toca así un tema caro al Islam, la yihad.
¿Cómo se relaciona este tema con la propuesta de disertar sobre la relación entre razón y fe? En que para el emperador –y para Ratzinger– la violencia es algo irracional y por ello está en contraste tanto con la verdadera naturaleza de Dios como de la naturaleza del alma humana (analogía entis). Forzar la conversión mediante la violencia es así un acto contrario a la racionalidad y a la naturaleza de Dios –según el Cristianismo. En el Islam, en cambio, puesto que prevalece una concepción de Dios totalmente trascendente, su voluntad “no está vinculada a ninguna de nuestras categorías, ni siquiera a la de la racionalidad.” Ergo: tanto Allah, Mahoma como el Islam son “irracionales.”
Ratzinger comete acá dos errores fundamentales: por un lado se apropia de las susodichas afirmaciones del emperador, sumado a los comentarios del editor Theodore Khoury, sin esbozar ningún tipo de cuestionamiento a esta representación tanto del concepto de Dios en el Islam como de la misma naturaleza de la yihad y el lugar de la “violencia” en el Islam. Los da por hechos evidentes. Por el otro lado no da ningún tipo de crédito a las ricas concepciones sobre la trascendencia expuestas en el Corán como tampoco a las diversas metodologías teológicas que han enriquecido la historia del Islam. Una de ellas, la representada por la tradición de los Faylasufs e Ibn Sina, se acercan muchísimo a la propia metodología teológica de Ratzinger con su énfasis sobre la supuesta “racionalidad” de la fe (y la revelación).
Con esto llegamos así al tema central: Ratzinger plantea que la fe cristiana no solamente es “racional,” sino que se halla en continuidad con un determinado tipo de racionalidad, la helénica. Esto es más que sorprendente pues compromete a la fe cristiana con una sola expresión cultural –del pasado. Cito: “Pienso que en este punto se manifiesta la profunda concordancia entre lo que es griego en el mejor sentido y lo que es fe en Dios según la Biblia.” A lo que después agrega: “…no es sorprendente que el cristianismo, a pesar de su origen y de cierto importante desarrollo en oriente, haya encontrado por fin su huella históricamente decisiva en Europa…” Me pregunto qué opinarán al respecto las iglesias ortodoxas, las iglesias africanas, las iglesias asiáticas, y las iglesias latinoamericanas. Ahora tenemos una tautología en expansión: a la fórmula razón=Cristianismo, se le agrega ahora razón=Cristianismo=Europa. ¿Qué concepto de catolicidad encierra este indigerible eurocentrismo?
Por si esto fuera poco, decora su ponencia con unas perlitas más. Nota que desde la tardía edad media comienza a darse dentro del Cristianismo tendencias que rompen la síntesis entre el espíritu griego y el cristiano. Y aquí surge otra temática que, hasta el momento, no ha sido profundamente debatida respecto a su ponencia. Primero refuta a Juan Duns Escoto, cuyo énfasis en la voluntas inordinata lo aleja de las corrientes agustinianas y tomistas. Demás está decir que esta novedad tuvo, en parte, una expresión en la Reforma, sobre todo en Lutero. Cuestión que no escapa a Ratzinger, quien continúa despotricando contra aquella pretensión de “deshelenizar” al Cristianismo que en la época moderna domina cada vez más en la teología. ¿Dónde comienza a cuestionarse la síntesis entre el patrimonio griego y la fe cristiana? En la Reforma del siglo XVI, por supuesto, que luego es mediada por la filosofía de Kant y la teología liberal del siglo XIX, llevando a la autolimitación moderna de la razón y, eventualmente, al ateísmo metodológico de las ciencias contemporáneas. Cito: “…es importante constatar que el método [empírico de las ciencias] excluye el problema de Dios, presentándolo como un problema a-científico o pre-científico. Pero así nos encontramos ante una reducción del ámbito de la ciencia y de la razón que es preciso poner en discusión.”
Tamañas generalizaciones no sólo desacreditan la interesante problemática planteada por Ratzinger, sino que develan la estrategia del atrincheramiento cognoscitivo que cunde en el paradigma hegemónico dentro del catolicismo-romano –una realidad mucho más amplia y plural que la estrecha definición de B-16. La agenda de Ratzinger es clara: las entradas relevantes llegan hasta el 18 de julio de 1870, cierre de la última sesión del Concilio Vaticano I.
Prof. Guillermo Hansen
1 Comments:
En la página de servicios koinonia encontré un breve artículo de Leonardo Boff que me gustaría compartir...
Carolina Artana
El mal ejemplo del Papa
2006-09-22
La actitud del Papa Benedicto XVI está provocando justificadas iras entre las comunidades islámicas por causa de la desafortunada cita de un emperador bizantino del siglo XIV, según el cual «Mahoma defendía cosas malas e inhumanas, como su orden de difundir la fe por la espada». También ha causado escándalo y vergüenza entre los cristianos. La cita es totalmente inoportuna. El Papa conoce muy bien el enfrentamiento que existe ahora entre el Islam y el Occidente, que hace la guerra a Afganistán e Irak y que apoya abiertamente la causa israelí contra los palestinos, de mayoría islámica. En este contexto, la cita alinea al papa con las estrategias bélicas de Occidente. ¿Cómo no irritarse contra esa actitud?
A nosotros, cristianos, la actitud del Papa nos deja perplejos, pues pertenece a la esencia cristiana perdonar y rezar como el pobrecito de Asís: «donde haya ofensa, que yo lleve perdón». No queriendo perdonar, el Papa legitima a todos los que no quieren pedir perdón ni en la vida cotidiana, ni a los negros que esclavizamos por siglos, ni a los sobrevivientes de los pueblos indígenas que diezmamos. Si el papa no hace oficialmente un acto de disculpa, nos da un mal ejemplo. No cumple el mandato del Señor de «confirmar a los hermanos y hermanas en la fe».
Pero este gesto suyo no es aislado. Como cardenal se opuso a la entrada de Turquía en la Comunidad Europea por el simple hecho de ser de mayoría musulmana. Hace poco tiempo suprimió en el Vaticano la instancia que promovía el diálogo Cristianismo-Islam. En el documento Dominus Jesus, de su autoría, del 15 septiembre de 2000, uno de los textos más fundamentalistas de los últimos siglos, afirma que «la única religión verdadera es la Iglesia Romana Católica» y que «los seguidores de otras religiones, en lo que refiere a la salvación, objetivamente se encuentran en una situación gravemente deficitaria». Los encuentros con otras religiones no tienen sentido porque «es contrario a la fe católica considerar a la Iglesia como una vía de salvación al lado de otras». Sobre este trasfondo, no causa extrañeza su discurso en la Universidad de Ratisbona. Aun así, ¿no sería más digno que el Papa pidiera claramente perdón por las incomprensiones que provocó aunque fuera involuntariamente? ¿Por qué no lo hace?
Para entenderlo, se necesita comprender la ideología infalibilista que rige en el Vaticano y en general en la Iglesia. Según ella, el papa no puede equivocarse, aunque el dogma de la infabilidad sea muy restringido. Éste afirma que el papa solamente es infalible en situaciones bien delimitadas, gozando en tal caso, personalmente, de la infalibilidad de toda la Iglesia. Pero la ideología infalibilista, de manera ilegítima, atribuye infalibilidad a todas las palabras del Papa. Si él pide perdón, confiesa que se equivocó, lo cual no está permitido por el infalibilismo.
En la cabeza del papa Benedicto XVI funciona el despotismo papal, formulado ya en 1302 por Bonifacio VIII que rezaba: «a toda criatura humana le es absolutamente necesario para su salvación estar sometida al Papa de Roma». Esto ni siquiera fue abolido por el Concilio Vaticano II en 1964. Se introdujo en los textos una «Nota explicativa previa» donde se reafirma que el Papa puede actuar siempre «según su parecer personal» tal como para el nombramiento de obispos, para establecer normas y para establecer políticas eclesiásticas. En otras palabras: Un papa puede autónomamente decidir todo; mil millones de católicos juntos no pueden decidir nada. Este absolutismo nos hace entender las razones del Papa para no pedir perdón.
Leonardo Boff en servicioskoinonia.org
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